martes, 22 de septiembre de 2015

'Rompesuelas' redunda: el toro de la Vega

'Rompesuelas' en la Vega de Tordesillas. Foto: Ical
"¡Este será el último Toro de la Vega!", arreaban con las manos arriba hace justo una semana, declarándose indefensos, los unos; y se preguntaban por lo bajini, ya casi convencidos de que así será, muchos de los otros. Dos bandos contrapuestos al cien por cien reunidos bajo un mismo lema. La locura. Eso sí, el machete entre los dientes. Por la presión mediática. O por lo que sea. La tensión a flor de piel. Más bien, una jaula de grillos. Y entre medias, un mudo: "Sin raíz nada". El nuevo escudo de Tordedillas: fuera la ornamentación nobiliara y recargada y bienvenido el blasón cosido al pecho con pegamento. Un gesto débil y sentimental, mientras los ojos televisivos se clavan iracundos sobre el puente que salva el Duero, obligando a los vecinos del pueblo [tan solo a ellos] a arrodillarse, cruzar las manos en la espalda y apoyar la cabeza de manera delicada en el tajo. El resto son meros espectadores. Mil y un hachazos. Al estilo medieval. Como el toro. El de la Vega. Puro rito ya.

La guerrilla, con el “toro sí” y “toro no” como pretexto, se mantuvo media hora exacta. Como cronometrado por un reloj de arena. Guionizado para el prime time matinal. El morbo. Y a las 11:00, en horario digital, ‘Rompesuelas’, el torón del Conde de la Corte, cortó con sus paletonas astas la humareda provocada por la tercera bomba real. Veleto. Sin perfil. Chepudo. Culo pollo. Ni pizca de belleza. Rudo de pitón a rabo. Como el torneo. El empedrado lo saborea distraído. El Duero ni lo huele. El esprint. Y a blandear. La badana bamboleándose sin concierto. 640 kilos sin gracia. Ya en el cruce, de repente, el parón. Tres vueltas sobre sí mismo. A sus pies el pelotón ‘anti’. Encadenados. Sorprendidos de que el toro a salvar los escaneara de arriba abajo antes de poner rumbo a la Vega. “Estar en el recorrido durante el torneo no está prohibido”, había repetido hasta la saciedad el alcalde Poncela. Y no lo estuvo, ellos allí con su denuncia, con sus reivindicaciones antes y también después. Y el resto, en busca de saber cuál era el final de un ‘Rompesuelas’ que no se despegó de las tablas hasta que sonó un nuevo bombazo: el comienzo del torneo. Y la incertidumbre del campo de tiro. Millas por delante.

Y el pupilo del Conde de la Corte obligó a ahondar en el torneo. Pura redundancia, durante al menos cinco kilómetros: el toro por la Vega. Ni más ni menos. El trotar cansino de avanzar sin saber a dónde y a ver qué. Con el desgaste de tener que hundirse hasta los tobillos a cada paso. Y la lluvia que aparece, a ratos de hostigo, para hacer más duro y místico el trayecto. El olor a tierra y a pino mojado como acompañante. 'Rompesuelas' perdido entre la arboleda. Un “por allí” acaba con la pregunta lanzada al aire que comenzaba a tomar cuerpo: “¿Dónde están los límites del indulto?”. El toro hallado tras el mar de pinos. Y también la civilización. El asfalto del polígono industrial. Un shock. “Por aquí ha pasado, es verdad”, señalan apuntando con el índice al suelo: el asfalto hizo mella también en el toro. Los caballos, ya de vuelta, descolocan de nuevo la jugada: hedor, a partes casi iguales, al sobresfuerzo de tener que amparar la carrera loca del toro galopón y a gasoil. Tas ellos, de nuevo, más pinos… “Ha sido Cachobo”, gritan. El toro ha caído. Hubo antes una vuelta de peones para tratar de poner a ‘Rompesuelas’ en suerte en los límites de la Vega. Casi en fuera de juego. La delgada línea que sostiene el torneo en el siglo XXI. El arma tomada en corto. Primera pasada. Rodado. Sin puntilla. Y el jurado a evaluar: “Nulo”, acabaron dictaminando. Fin del torneo. Necesariamente camino de vuelta, a repasar la Vega con verdadera parsimonia [“Por si acaso...”, como se apuntaba al principio].