El último de la fila, vivaz y arrollador
Se acabaron los encierros en Pamplona, y San Fermín entró de nuevo a su capilla, tras 8 días de súplicas. Adiós carreras, adiós mozos, adiós foco mundial, pero sobre todo, y lo más importante, adiós porque el toro no vuelve hasta el año que viene.
Iván Ramajo (www.cultoro.com)
Se
despidieron las fiestas grandes de Iruña con un encierro, el octavo, que hacía
su presentación, en el adoquinado pamplonés. Torrehandilla y Torreherberos
protagonizó según criterios: un encierro rápido y peligroso para los que
entienden de tiempos en esto de los toros–como si de autómatas, preparados para
correr, se tratara-, o vivaz y arrollador, para los que apuntan los
comportamientos de los animales.
Vivaz
y arrollador, por lo tanto, el último de los encierros programados y
seleccionados por la Casa
de Misericordia de Pamplona. Ocho encierros, ocho conceptos de toros, y ocho
versiones del miedo para el que decide apostarse a encontrar la carrera en
Estafeta. Muchas versiones que se engloban, todas ellas, en esa gran pelota rojiblanca que son los Sanfermines.
Hablamos
de vivaz, por la fortaleza de unos toros jienenses que han galopado de Santo
Domingo a la Plaza
de Toros. Pero sobre todo hablamos de vivaz porque ha sido un encierro de medir
y aguantar las distancias, de cabo a rabo, del 47 al 40, de Caprichoso a Viñista, del colorado que abría elocuentemente una
manada de toros, al más coherente de los seis de Torrehandilla, que cerraba el
tropel. Ponerse en la cara en la última fecha, es precepto para el corredor, y
hoy se han puesto –y muchos- pero pocos han aguantado. Un cadencia galopante,
de nuevo, complicada de soportar.
Y
si a esas complicaciones le sumamos el carácter arrollador de los bureles,
estamos narrando una historia repetida, pero apasionante, en este 2012. Y es
que cuando un toro, empuja con los riñones, mete la cara abajo, y la lleva
hasta el final del recorrido –de su cuello- hablamos de emoción sincera. De
inseguridades, pero de dominio final ante lo que has querido jugarte. Así
debería ser la actitud del encierro de Pamplona. Emocionada al ver como un toro
que abre manada no huye hacia adelante, emocionada por la manera en cómo ha
entrado en la plaza, y es que ver como recoge esa lengua, que llevaba a ras de
suelo, para cerrar la boca engrandeciendo ese templo, donde él será el rey, ha
sido como mínimo llamativo.
Pero
sin duda, el más llamativo ha sido el último de la fila, ese Viñista que ha
lanzado derrotes de largo recorrido, de morro al suelo y riñones prietos. Que
ha aguzado con sus astifinísimos
pitones: tableros, maderos, postes, piedra y capotes. Todo lo quería y todo lo
embrocaba. Y si emocionaba su hermano en su entrada en el coso, más gustó la
manera de alargar embestidas en los vuelos, de los capotes de los dobladores,y
la clase con la que lo hizo el animal.
La
misma que ha derrochado el resto de una manada disgregada pero eficaz, y
cumplidora con sus dos comapañeros, a veces pegajosa, a veces sorprendentemente
derrotadora, a la que se unió por enésima vez, ese cabestro aparejado que no
duda en sacar la cara, para evitar tragantones en las cortas distancias-.
Se
cerró San Fermín 2012 y lo hizo con unos Torrehandillas que incluso, por
momentos, superaron a los toros de El Pilar, Victoriano o los remozados Cebada
Gago. Pamplona entona su “hasta el año que viene” –dramatizado con el pobre de
mí-, tras los ocho encierros que establecen la idiosincrasia de Pamplona, que
naturalizan el espectáculo taurino de cara al entorno desarraigado, o
desconocedor. En busca del encierro Vivaz y arrollador.
PARTE MÉDICO
El
último parte médico de la carrera pamplonesa deja cuatro contusionados que han
sido trasladados a los centros sanitarios de la capital foral. Los dos que
presentaban traumatismos craneales han sido evacuados al Hospital Virgen del
Camino, mientras que los dos afectados en extremidades lo han hecho al Hospital
de Navarra, el más grave de ellos con deformidad en el brazo izquierdo.
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