sábado, 14 de julio de 2012

Octavo encierro San fermín 2012



El último de la fila, vivaz y arrollador


Se acabaron los encierros en Pamplona, y San Fermín entró de nuevo a su capilla, tras 8 días de súplicas. Adiós carreras, adiós mozos, adiós foco mundial, pero sobre todo, y lo más importante, adiós porque el toro no vuelve hasta el año que viene.

Iván Ramajo (www.cultoro.com)

Se despidieron las fiestas grandes de Iruña con un encierro, el octavo, que hacía su presentación, en el adoquinado pamplonés. Torrehandilla y Torreherberos protagonizó según criterios: un encierro rápido y peligroso para los que entienden de tiempos en esto de los toros–como si de autómatas, preparados para correr, se tratara-, o vivaz y arrollador, para los que apuntan los comportamientos de los animales.

Vivaz y arrollador, por lo tanto, el último de los encierros programados y seleccionados por la Casa de Misericordia de Pamplona. Ocho encierros, ocho conceptos de toros, y ocho versiones del miedo para el que decide apostarse a encontrar la carrera en Estafeta. Muchas versiones que se engloban, todas ellas, en esa gran pelota rojiblanca que son los Sanfermines.

Hablamos de vivaz, por la fortaleza de unos toros jienenses que han galopado de Santo Domingo a la Plaza de Toros. Pero sobre todo hablamos de vivaz porque ha sido un encierro de medir y aguantar las distancias, de cabo a rabo, del 47 al 40, de Caprichoso a Viñista, del colorado que abría elocuentemente una manada de toros, al más coherente de los seis de Torrehandilla, que cerraba el tropel. Ponerse en la cara en la última fecha, es precepto para el corredor, y hoy se han puesto –y muchos- pero pocos han aguantado. Un cadencia galopante, de nuevo, complicada de soportar.

Y si a esas complicaciones le sumamos el carácter arrollador de los bureles, estamos narrando una historia repetida, pero apasionante, en este 2012. Y es que cuando un toro, empuja con los riñones, mete la cara abajo, y la lleva hasta el final del recorrido –de su cuello- hablamos de emoción sincera. De inseguridades, pero de dominio final ante lo que has querido jugarte. Así debería ser la actitud del encierro de Pamplona. Emocionada al ver como un toro que abre manada no huye hacia adelante, emocionada por la manera en cómo ha entrado en la plaza, y es que ver como recoge esa lengua, que llevaba a ras de suelo, para cerrar la boca engrandeciendo ese templo, donde él será el rey, ha sido como mínimo llamativo.

Pero sin duda, el más llamativo ha sido el último de la fila, ese Viñista que ha lanzado derrotes de largo recorrido, de morro al suelo y riñones prietos. Que ha aguzado con sus astifinísimos pitones: tableros, maderos, postes, piedra y capotes. Todo lo quería y todo lo embrocaba. Y si emocionaba su hermano en su entrada en el coso, más gustó la manera de alargar embestidas en los vuelos, de los capotes de los dobladores,y la clase con la que lo hizo el animal.

La misma que ha derrochado el resto de una manada disgregada pero eficaz, y cumplidora con sus dos comapañeros, a veces pegajosa, a veces sorprendentemente derrotadora, a la que se unió por enésima vez, ese cabestro aparejado que no duda en sacar la cara, para evitar tragantones en las cortas distancias-.

Se cerró San Fermín 2012 y lo hizo con unos Torrehandillas que incluso, por momentos, superaron a los toros de El Pilar, Victoriano o los remozados Cebada Gago. Pamplona entona su “hasta el año que viene” –dramatizado con el pobre de mí-, tras los ocho encierros que establecen la idiosincrasia de Pamplona, que naturalizan el espectáculo taurino de cara al entorno desarraigado, o desconocedor. En busca del encierro Vivaz y arrollador.

PARTE MÉDICO

El último parte médico de la carrera pamplonesa deja cuatro contusionados que han sido trasladados a los centros sanitarios de la capital foral. Los dos que presentaban traumatismos craneales han sido evacuados al Hospital Virgen del Camino, mientras que los dos afectados en extremidades lo han hecho al Hospital de Navarra, el más grave de ellos con deformidad en el brazo izquierdo.

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