Asumo que a los guinaldeses, como es obvio, degustan la entrada de los toros arropada por los caballos, pero reconozco que ninguno puede sentirse satisfecho de que aquello sea una carrera de fondo, sin dominio de manada, sin bocado en el caballo. ¿Qué sentido tiene desbocar una tradición en busca de tergiversar una realidad histórica? Mucho más aún que el encierro del bicentenario. ¡Si los viejos encerradores guinaldeses, guiados por Emiliano Carreño, levantaran la cabeza!
Disfrazar la tradición es edulcorar un plato recio y bien compuesto, que tiene que tender a la mejora, nunca al deterioro constate como el que vive Guinaldo, desde que lidera tropas el mismo que gritaba hace seis años la maestría guinaldesa, encerrando toros de primera –Gabriel Rojas y Eusebio Naranjo- . Sí señor, para el recuerdo. Igual que recordamos sus palabras el pasado 25 de septiembre cuando retumbaba del Palacio Municipal a la Iglesia Parroquial: "En Guinaldo, como siempre, hacemos las cosas a lo grande" ¿Y qué hay más grande que vaciar la cruz e Villa para lanzar una espantada en toda regla?, grande señor alcalde, grande.
A su pueblo no le ha importado, ¿o sí?, que el balance pueda hablar de un pueblo en picado: en cuanto a ingresos, por la Feria de San Bartolomé debido al descenso del número de festejos -circunstancia apropiada en tiempo de crisis-, y la mala gestión que de ellos se ha hecho. Bajar a dos mansos para mantener más tiempo la carretera principal cortada, no ha sido motivo para tener vigente la tradición de acudir a los bares tras el encierro. No hubo encierro, no hubo bares, inversión taurina fracasada.
Usted siga creyendo su verdad, que ahora yo expondré la mía, a los guinaldeses.
Es hora de acabar con comparaciones odiosas, que no suman, sino atascan, Guinaldo es Guinaldo, el Carnaval es Ciudad Rodrigo –pese a que con bromas de mal gusto, y a destiempo, traten de avivar una llama que han afogonado, pero bien-, y el encierro más antiguo es el de Cúellar, así lo dicen los papeles. Así lo debemos de acatar. Igual que acataron en Lumbrales que su encierro fuera a las doce y media del mediodía en busca de estirar un vermut productivo, y rico en caja para los bares. ¿Por qué sólo se busca destruir y no arrimar? Igual que con cinco toros tenía para un festival y una capea digna, que dotaran de fundamento al paso por caja, para acceder al cuadrilongo guinaldés. O por qué, no suprimir el encierro del viernes, el de menos afluencia, en busca de dotar de mayor calidad a los otros dos, ¿por qué no? Si las fechas pueden variar, y los horarios también, lo que no lo puede hacer es la manera de encerrar.
No encerrar con público en la Cruz de Villa es un desaire a su festejo, por mucho que su paisano me insistiera que no era tradición, - para eso sí los adoctrino, ahora en explicarle que más tradición que encerrar en Carnaval no hubo ninguna no perdió el tiempo-. No comprenderé porque templan en el silencio, y en el alboroto festivo arrean, como me dijo el mismo hombre: "Esto es darle una hostia al encierro de Guinlado", a lo que apostilló: "¿Me has entendido? Para que suba para arriba", cuando hay que matizar una aseveración, mal planteada está la base. ¿Apuesto a que la cantidad de gente que ha esperado al encierro y no ha podido ver más allá que una carrera vertiginosa de caballos, donde se intuían toros, para después observar el temple en la cabestrada ha pasado del millar?
¡Guinaldo mírese el ombligo!, y quite la pelusa que ha desnaturalizado sus encierros, convirtiéndolo en farsas, en críticas de Ciudad Rodrigo y Cáceres. Haga el favor de reaccionar en busca de demostrarle a la Junta quién y cómo se encierra, no sea tan papista como para hablar los cuatro días festivos de la calidad de sus encierros y obviarlo en los despachos, que es donde se habla. Ya les digo que sus políticos no trabajan, por la tradición. Sino no comprendo por qué Olmedo obtiene un reconocimiento territorial, cuando la calidad dista de la guinaldesa en años luz. Cuando ni siquiera el entorno es de mayor agrado, son igual de dignos su mudéjar como el empedrado de Fuenteguinaldo. No se obvien, no dejen todo a quién manda sentado en su terraza veraniega de Ciudad Rodrigo.
Es el momento de apretar, de ayudar, y tender la mano, el temple Guinaldes está en vías de extinción, y eso sería la noticia que mataría la tradición. El resto de cuestiones meras comparsas municipales. Las camisas de once varas para ellos, que el encierro sobrevive a cualquier edil. ¡Luchen por un encierro digno!
IVÁN RAMAJO
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