Mario Crespo
53 largos años han tenido que pasar para que los toros
volvieran a pisar las calles de este pequeño municipio salmantino. Muchos años,
excesivos sin duda, para un pueblo enclavado en el epicentro del campo charro y
rodeado de fincas ganaderas por los cuatro costados. Un par de novilladas en
1992 y 1993 celebradas en una portátil a las afueras del pueblo es el recuerdo
más próximo que queda de celebración de festejos taurinos en Retortillo.
Muchos años de inconcebible sequía taurina que tuvieron
punto y final durante el pasado fin de semana en una nueva edición de sus
fiestas de la “Octava del Corpus”.
No ha sido fácil acabar con esa pesada losa. Muchos años
llevan los jóvenes del municipio demandando y trabajando para la vuelta de los
festejos a las fiestas y por fin este año el Ayuntamiento decidió apostar por
su recuperación e invertir en vallado para vestir su Plaza de coso taurino. No
terminaron aquí los problemas.
Las elecciones
municipales de Mayo pusieron el bastón de mando en manos de otro Alcalde, el
cual, con la mayoría de la infraestructura colocada se mostró dispuesto a
impedir la celebración de los festejos. Tras una reunión decidió escuchar al
pueblo –qué bien vendría si escuchasen más a menudo- y seguir para adelante.
Se anunciaba para el sábado 13 de junio, un encierro de
vacas mañanero con posterior capea y para la tarde una clase práctica con
alumnos de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca. Nadie en el pueblo recuerda
un día con tanta participación de vecinos y con tanta afluencia de público a
las fiestas. Costaba hasta encontrar sitio donde aparcar los coches. La plaza y
el recorrido del encierro estaban llenos de gente, el buen ambiente y la
diversión se adueñaron de Retortillo. El pueblo era una fiesta. Fiesta a la que
se sumaron las vacas, que pusieron emoción y buen juego a una mañana para
enmarcar.
Por la tarde la plaza se volvió a llenar hasta la bandera
para presenciar el buen hacer de la cantera charra ante dos novillos de Manuel
Tabernero.
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