lunes, 20 de agosto de 2012

Crónica del segundo encierro de las fiestas de Lumbrales



Accidentado y muy peligroso resultó el segundo encierro de las fiestas de Lumbrales, un festejo en el que se corrían cinco novillos de la ganadería de Lorenzo Rodríguez ‘Espioja’, de desigual presentación, y en el que se vivieron momentos de auténtica tensión en la plaza y en uno de los puntos del recorrido, especialmente.

El primero de los lugares donde la emoción sobrepasaba los límites habituales llegaba en la plaza de La Frontera y su confluencia con la calle La Fandanga, aunque finalmente todo quedó en un buen susto para las personas que se aglutinaban en el muro del mesón La Rejas y las ventanas del Altamira.

El encierro hasta entonces había discurrido con normalidad desde el lugar de suelta, con la manada bien agrupada desde que se escuchara el cohete anunciador del inicio del encierro. Pero al iniciar la subida de La Fandanga uno de los novillos no aguantaba el ritmo de carrera del resto de sus hermanos y acababa descolgándose del resto de la manada, en la plaza de La Frontera, ante el desconcierto de los caballistas que veían como el novillo colorao se había parado y regresaba sobre sus pasos.

El intento de uno de los jinetes de obligar al astado a reemprender la dirección a la plaza casi acaba con el caballo empitonado, lo que obligó al resto de jinetes a retroceder La Fandanga abajo hasta que un grupo de corredores consiguieron la atención del novillo, que en ese momento se cegaba con los cites desde las vallas y los movimientos del público que de forma desesperada intentaba hacerse un sitio en el muro de Las Rejas.

Finalmente, el buen hacer de los corredores evitó lo que podía haber sido un encierro más que peligroso y conducían al astado, semiparado, camino de una abarrotada plaza.

Una vez en el coso, el encierro volvía a mostrar otro momento de auténtica tensión, aunque en esta ocasión no tenía como protagonistas a los toros, como cabía esperar, sino a uno de los mansos que habían protagonizado la carrera. Ante la resistencia de la manada para entrar en toriles, un mozo fue empitonado por un cabestro en una de sus piernas, aunque la cogida no revistió gravedad. El herido fue atendido por los servicios médicos de la plaza, que procedió a practicar varios puntos de sutura en la herida sin que fuera necesario su traslado al hospital. Tras ser intervenido fue dado de alta.

Pero el último de los sucesos acaecidos en este encierro aún faltaba por llegar, si bien en esta ocasión nada tenía que ver con el ganado. Una persona del público que había presenciado el festejo en el recorrido hubo de ser atendida por los servicios de emergencia al sufrir lo que en principio apuntaba a una parada cardiaca, aunque otras fuentes señalaban un ataque epiléptico. El traslado del enfermo hasta un hospital motivó un retraso considerable en el desencierro, hasta que finalmente se repusieron los servicios médicos.

TEXTO Y FOTO: WWW.LASARRIBESALDIA.ES

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