Delta, de Jandilla, voltea a un mozo extranjero en la curva de Estafeta./AFP |
Jandilla ha cerrado un círculo. Y lo ha hecho regresando con
todas las de la ley al pasado. A inicios de siglo, incluso antes, cuando la
leyenda de terror de los toros de Borja Domecq se hinchaba a base de encierros crudos. Y este lo ha sido.
No ha habido tregua. Desde la mismita hornacina de San Fermín hasta el callejón
de la Monumental todo se ha cocinado a base de pavor. El tropezón en el momento
de la melé con Santo Domingo dio paso a 200 metros de pánico. Y no precisamente
por ese Delta descolgado que volteó
sin piedad en plena curva de Mercaderes con Estafeta.
Fastuoso, el
hermano mayor del desigual sexto de jandillas,
entró en la cuesta como un elefante
en una cacharrería. Se entonó el sálvese quien pueda: grito por aquí,
requiebros por allá. En medio de ese descomunal desorden el toraco se hizo el
rey: soltó la cara una y otra vez a modo de látigo y se subió a la acera. Para
mayor inri, el otro torón, Farruca, hizo
lo mismo pero por el centro de la calle. Pánico para honrar a San Fermín.
Los jandillas firmaron
una tregua nada más llegar a la plaza del Ayuntamiento. No pasó de los diez
segundos. El contraluz de Mercaderes propició la segunda montonera de toros, y tras ella, la curva. Regresó la violencia. Y el miedo. Y eso que Fastuoso unió Mercaderes y Estafeta aborregado. Farruca no. Puntazos a diestro y siniestro. Sin compasión, metiendo riñones. Se marcó un 100 de toro bravo. Arrancó
con un derrote seco al primer portal de la Estafeta y acabó disolviendo una
montonera. En medio, dos volteretones con tintes dramáticos a puro esprint.
La velocidad de crucero dejó a la segunda parte de la Estefeta
con el molde, y con las ganas. Y eso que hubo guerra para dar y tomar. Pero no
sirvió para nada. No hubo quien aguantara el vigoroso ritmo de los Jandilla. El
trompicón se volvió a adueñar de la carrera. Y para suerte de los allí
presentes, el encierro ya les pesaba a los dos nombres propios de este primero de los sanfermines.
De lobos a corderos en menos de 300 metros. Inverosímil fue ver como unos
pitones que avasallaron con tanta dureza durante los dos primeros tercios de la
carrera acabaron resbalando clementes por las indefensas espaldas de los mozos
en Telefónica. Aunque el carácter ahí estaba, y aún quedó tiempo para que Farruca tirara una mirada de cortar el
aire en el callejón de la Monumental. En ese mismo instante echó la persiana
este primer encierro con seis jandillas
de los de antaño.
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