martes, 12 de julio de 2016

Banderazo a cuadros para las motos de Victoriano

Eliotropo, de Victoriano del Río, saliendo de la curva de la Estafeta./Foto: DN
@ivanmirobriga

Victoriano se dejó el cetro del encierro –conquistado hace dos cursos y revalidado el pasado– en el corral de Santo Domingo y, por tanto, sucumbió. La velocidad lo marcó todo. Una carrera de auténticas motos GP: gas; freno… Olía a gasoil en la Estafeta. Máquinas de correr; y solo eso. A penas un leve derrote. Y ya. Los toros levantaban las testas en busca de encontrar la bandera a cuadros. De hecho, hasta hacían ‘culebrillas’ con el cuello como si quisieran ver más allá de los riñones de los mozos que trataban de apostarse a ras de testuz.

No hubo semáforo verde. El cohete dejó KO a más de un toro. Nada más echar a volar, las criaturas salieron despavoridas hacia una de las esquinas del corral de Santo Domingo. Los bueyes no le acabaron de dar confianza y se produjo un corte entre mansos y toros. No fue a mayores; se subsanó nada más alcanzar la hornacina del santo. Todos juntos. Reunidos. Tanto, que de un costalazo un toro envió a su hermano contra la pared opuesta al lienzo de muralla donde reposa San Fermín. Se subió a la acera. El toro no lo hizo con saña y buscó de nuevo los costillares del hermano. Tras ese lance, el burraco Eliotropo [25] tomó la manija del encierro y ya no la soltó. Esas trazas desgarbadas [vareado, que se diría en el argot taurino] de atleta marroquí no fallaron. Y calcó una prueba de medio fondo. Con más arte de caballo, que de toro. A penas un derrote seco y hacia el vallado izquierdo al llegar a la plaza del Ayuntamiento; y otro al alcanzar el contraluz de Mercaderes con el pitón contrario. Los dos tornillazos se debieron más a la lentitud de los mozos que revoloteaban en la periferia de la carrera que al ímpetu del toro.

Los pupilos de la familia Del Río llegaron en fila india, y ya dejando a los mansos en la retaguardia del encierro, a la curva con la Estafeta. Eliotropo levantaba las manos casi a medio metro del suelo. La cara también la llevaba por las nubes. No había naturalidad. Fruto de esa crispación, un mozo asiático evitó acabar ensartado en uno de los dos pitonazos que coronaban esa cara bizca pero tremendamente astifina del toro burraco. La pala del pitón zurdo fue a estrellarse contra el cráneo, y el mozo salió lanzado hasta el vallado de la curva. El resto de toros le pasaron por encima, ya que se fueron de bruces contra los maderos. Salieron a trompicones. Y abrieron gas a ritmo de récord. Se pegaron a la fachada izquierda de la Estafeta y esa fue su guía: no se despegaron de ella hasta ya casi el final de la calle. Los mozos que se encontraban apostados en esos portales se precipitaban contra el suelo sin solución de continuidad. El resto, buscaron asomarse a esos balcones incruentos. Y se relamían, además. Pues pese a que todos los toros eran centellas, unos galopaban más deprisa que otros, y así se produjeron cortes y huecos en la manada que hicieron presagiar a los mozos más de una de esas carreras atropelladas que se estilan por la Estafeta.

 Los animalitos movían la testa de izquierda a derecha, con una leve inclinación, y así evitaban los atropellos y rodar por los suelos. Y cuando no lo lograban, con sacudirse los lomos con el rabo o, incluso, con la retaguardia -esto es, a coces- lo tenían todo hecho. Tropezaron otra vez con la misma piedra ya en la Telefónica: fueron a parar contra el vallado diestro. La escena se repitió al milímetro. Los mozos atalancados se llevaron porrazos con las palas de los pitones. Y salvaron el trago. Escudero [castaño claro, número 10] acabó a gatas y evitó el récord de Victoriano del Río, pese a que recuperó la honra y la verticalidad en un visto y no visto. Miura aguantó el oro en velocidad -dos minutos y cuatro segundos- gracias, también, a que Eliotropo entró atolondrado en la plaza. Se movía sin orden ni concierto. Como un pez. Ahora hacia las barreras derechas; ahora hacia la izquierda. Una mirada al tendido... Sus hermanos seguían su estela como lo habían hecho en el encierro sin saber muy bien por qué. Los bueyes ondearon la bandera a cuadros: dos minutos y trece segundos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario